La cocina rumana, en la que confluyen múltiples y dispares influencias modificadas en el curso de los siglos, es el reflejo de otras manifestaciones de la vida de este gran país, encrucijada de culturas y tradiciones muy diversas. La cocina rumana tiene sin duda origen balcánico, si bien ha desarrollado características muy particulares debido a tres causas principales: la marcada influencia de la cocina rusa y turca, los ecos de la gastronomía occidental, especialmente la húngara y francesa, y la gran cantidad de variedad de productos derivados de la fertilidad de esta tierra.
Herederos de una tradición pobre, con hondas raíces en los gustos de un mundo de pastores y campesinos, es el plato llamado Mâmâligâ, una especie de polenta de harina de maíz que todavía actualmente se cocina en un recipiente de cobre. Se puede condimentar con mantequilla o queso, con nata, o bien servir de acompañamiento a otros platos. Los rumanos suelen comenzar la comida con los Gustâri, para seguir con unas sabrosas sopas, en general de origen balcánico, a base de carne. Son muy populares las Mititei, salchichas muy especiadas hechas con carne de varias clases y por lo general a la parrilla.
Un plato de origen moldavo que también se toma en Rumanía son los Sârmale, rollitos de col en salmuera con carne picada, arroz y especias. Se encuentran en muchos restaurantes de Bucarest. Especialidades más complicadas y muy sabrosas son la Musaka preparada con carne picada, tomate y berenjena a capas y hecha al horno; la Pastramâ, carne de buey, cerdo o cabra ahumada, muy especiada; la Piftia, pastel de carne de cerdo en gelatina, y el Drobul, típico de la festividad de Páscua, a base de carne y asadura de cordero.
La tradición culinaria de Transilvania está presente en la cocina rumana, sobre todo con la famosa Varza a la Cluj – Napoca, delicioso plato al horno hecho con hojas de col en salmuera en capas, alternadas con otras de carne picada, y con los asados de carne de cerdo aderezada con pimienta, estragón, ajedrea y páprika.
Como país de agua (el mar, el Danubio) además de montaña, Rumanía cuenta en su tradición culinaria con una serie de magníficos platos a base de pescado. Entre los pescados de río, el más común es la carpa y la especialidad más apreciada es crap la protab, o, lo que es igual, carpa asada, pero también se prepara en sopa, marinada, relleno de nueces trituradas, pasas de Corinto, hierbas aromáticas y cocinada al horno o guisada con aceite y tomate. Son también riquísimos los Rací, langostinos de agua dulce guisados en vinagre y aromatizados y servidos con un triturado de nuez, ajo y aceite o con arroz. Es también espléndido el caviar de los esturiones de Danubio.
El único problema para los amantes del queso será que no sabrán cuál elegir, ya que Rumanía es un país de quesos, tanto de oveja, como de vaca o búfala. Entre los más conocidos cabe mencionar el Brânzá de Burduf, queso de oveja curado en corteza de abeto; el Urda, queso de oveja dulce y blanco; el Cascaval, que recuerda incluso en el nombre al caciocaballo italiano.
En cuanto a la repostería, en la cocina rumana encontramos todas las coincidencias y variedad de la cocina centroeuropea. Las Placinta son una especie de hojaldre, y se pueden preparar de muchas maneras diferentes; de queso (cu brânzâ ) o de calabaza (cu dovleac), especialidades en la región de Oltenia; de mermelada de manzana (cu mere); de nueces y manzana (baclava); de almendras y manzana (sarailie). La Dulceata, confitura que se ofrece al visitante al entrar en una casa es el símbolo de la hospitalidad rumana.
El Cataif es de origen turco, y consiste en una pasta de almendras hechas al horno, cortada a tiras y cubierta de caramelo con vainilla; se toma fría. Son deliciosos los dulces transilvanos, como los Langosi, bollos de queso originales de los Balcanes, y los Papanasi, los Krapfen con nata y mermelada de procedencia alemana. El Cozonac es un dulce de Navidad hecho con semillas de amapola y nueces. En Pascua se prepara la pasca, un dulce hecho de queso fresco de vaca y pasas.
Bebidas de Rumanía
La bebida típica de Rumanía y también la preferida de los rumanos es la Tuica, aguardiente de ciruela que se bebe sobre todo como aperitivo. La cerveza rumana es una bebida apreciada, pero el verdadero orgullo del país son sus vinos, una amplia selección excelente por su variedad y calidad. El cultivo tradicional de la vid en Rumanía se remonta a la época de los dacios, y desde entonces conserva una cepa autóctona que produce un vino blanco llamado feteasca, si bien también se ha podido obtener una variante negra. Por lo demás, los vinos producidos son los típicos de las zonas donde se advierte la influencia del imperio Habsburgo: cabernet, Merlot y riesling, sobre todo.
Una tierra apta y mucho empeño han tenido como consecuencia la creación o revalorización de etiquetas de prestigio, como el Cot-nari, un blanco amable de muy antiguo origen producido en Moldavia. Valaquia es la patria del Dragasani, un blanco seco conocido en Europa desde finales del siglo XIX. En Transilvania se dan los vinos afrutados; uno de los mejores es el Minis, un tinto fuerte de color rubí. Dobrudja, en cambio, es conocida por el tinto Murfatlar, una de las estrellas de la enología rumana.
De todas formas, hay que decir que el país sufre un desfase tecnológico desde 1989, y los vinos en general presentan una calidad muy desigual. Esto sí, las uvas continúan siendo de gran calidad.
En cuanto a otras bebidas, el café turco no siempre es fácil de encontrar. Resulta más corriente dar con bares y restaurantes donde se sirve café expreso (en los locales más de moda hay máquinas y se sirve café italiano). Los rumanos aprecian una buena taza de té a cualquier hora del día (ceai).
Cata de vinos y productos en Bucarest.